viernes, 13 de noviembre de 2020

ESPACIO INFINITO




ESPACIO INFINITO


La nave de exploración número trescientos veintinueve, que había sido bautizada como Infinite Space surcaba los cielos alejándose cada vez más de la tierra.

La nueva nave exploradora era la más moderna entre las que se habían construido en el siglo XXIV. También era la más grande y veloz. Tenía capacidad suficiente para albergar a más de dos mil personas, e iba cargada para abastecerlos de provisiones durante muchísimos años.

Esta nave tripulada había sido diseñada por la empresa estadounidense Space agency associates con la intención de que fuera la primera que pudiera salir de nuestra galaxia para encontrar un nuevo planeta parecido a la Tierra. A pesar de que en el año 2382 ya había una numerosa y activa colonia humana en la Luna y otra en Marte, la Tierra se encontraba superpoblada, pues su población total ya superaba los doce mil millones de habitantes.

La nave tenía un destino de llegada previsto a un planeta al que bautizarían como Tierra II; aunque ésta se hallaba muy lejana y tardarían en llegar alrededor de ciento ochenta años. Para que todos sus ocupantes sobrevivieran a tan largo viaje en el espacio y el tiempo se utilizarían una larga serie de cápsulas de hibernación.

Un reducido grupo de vigilantes, tripulantes de la nave y de pasajeros permanecerían voluntariamente activos durante cinco años, en ciclos de veinte. Es decir, que el número total de ocupantes había sido dividido en cuatro grupos compuestos de quinientos individuos, los cuales vivirían con normalidad durante cinco años, luego se introducirían en sus respectivas cámaras de hibernación mientras eran sustituidos por otro grupo, y permanecerían en estado de letargo durante quince años; hasta que comenzase el nuevo ciclo. Antes de que la gran nave despegase, los científicos habían advertido de que no sería aconsejable por razones de salud corporal y mental que permanecieran en estado de hibernación continuado durante los casi dos siglos que duraría el viaje.

Todo parecía funcionar bien en la gran nave, que era como una ciudad de reducido tamaño. Los pasajeros podían pasar esos cinco años realizando todo tipo de actividades. Podían ir al gimnasio, visionar todo género de películas en la sala de cine, leer en la bien surtida biblioteca, bailar en la pista circular de la discoteca o visitar la sala de juegos en la podían jugar al ajedrez, a las damas, a juegos de cartas, al billar y al ping-pong.

Todo parecían funcionar con normalidad hasta que un día el capitán de la nave, uno de los cuatro que había, ya que los otros tres se encontraban en estado de hibernación, sumergidos en un denso letargo dentro de sus respectivas cámaras de criogenización; apareció muerto en el interior de su habitación.

El teniente se hizo inmediatamente cargo del mando, y ordenó al equipo médico que le practicase la correspondiente autopsia. Unas horas más tarde le entregaron el informe: el capitán había sido asesinado. Todo indicaba que alguien le habían inoculado una inyección letal en el cuello, cuyo contenido había paralizado definitivamente sus funciones vitales. 

Un encendido debate se abrió entonces entre la tripulación, que se encontraba reunida en la sala de mandos. 

-¿Qué vamos a hacer ahora, teniente? ¿Tal vez despertar de su letargo a otro de los capitanes?

-No lo he decidido todavía, Petersen. Quizás no sea necesario.

-¿Las cámaras han detectado quién entró hace dos noches en el camarote del capitán? -le preguntó John Rogers, el primer oficial.

-No, habían sido temporalmente inutilizadas.

-¿Se sospecha de quién es la persona que pudo haberlo asesinado? -le preguntó Bill Morton, el segundo oficial.

-No, de momento no tenemos ni idea. Hoy me reuniré con los vigilantes para intentar recabar información. 

Poco después la inquieta tripulación volvió a sus tareas rutinarias. El espacio que debían de atravesar a una altísima velocidad aparecía de momento despejado de posibles asteroides.

(Autor: Francisco R. Delgado. Fragmento de mi novela de ciencia-ficción titulada "ESPACIO INFINITO". Está disponible en Amazon tanto en formato digital como en papel impreso).











viernes, 19 de junio de 2020






EMMA WATTLES, THE VAMPIRE


On that cold winter night at Highgate Cemetery in north London, the corpse of a woman inside a grave inside a family maussoleum seemed to como back to life. The grey marble lid covering the coffin inside the burial pavilion, in a tomb at half height on a ledge on thewall, moved a few centimeters, hetween the sullen and sepulchral surrounding silence. A sharp hand, with long, fine fingers, peeked out for a moment. The he continued to push the heavy stone slab, which he squeaked a little, to make room for the rest of the dead body.

The deceased young woman, suddenly returning to life, slowly sat down for few seconds on what would be her last abode. His lifeless eyes, in which the iris and pupils were not seen, of a terrifying milky white, as from another world, seemed to look in all directions, slowly, without any haste, as to make sure and recognize the place where he was.

A slight clarity, arising from a gigantic, ghostly full moon, filtered through the lattice door, whose bars were half-oxidized by moisture and over the years guarded the skulls of deceased relatives. Long forgotten inside the funeral pantheon. The dead woman sketched a sardonic, macabre smile, and then slowly came out of her grave.

The one in life had been a young woman with beautiful features of long black hair and shiny like the wing of a crow, had been gagged with a long white winter nighgown of soft cloth curdied with small and artistic bown and toe ornaments.

He laid his little, bare Ivorian feet, and still delicate, on the cold grayish marble floor that covered the interior of the mausoleum. Then he took a few short, insecure, flatering steps like a baby's when he learns to walk, to the lattice door of half-rusty iron through whose oores the faint rays of light of the full moon filtered, iluminating that night scene.

The door rusted by moisture and carelessness squaked and creaked slightly as it moved over its filthy goznes, allowing the passage of the spectral figure. The deceased young woman stepped on the dried, withered leaves scattered here and there by the fury of the wind that mercilessly whipped the trees and crosses of the fields. The dead woman walked along the narrow dirt road that connected the burial pavilion with other places in the dreary cemetery.

The spectral and ghostly figures of several deceased seemed to insinuate themselves, peeking out of the graves of their eternal rest, enviously watching the return to the life of that young and beautiful uncorrupted body. The woman, oblivious to everything, continued to walk with gentle steps, but already more agile and determined by the narrow path that meandered between the tombs that would lead her to the exit of the dark cemetery.

The stone angels who crowned some of the mortuary tombstones of immaculate white marble gazed at her in her wake. Some with a concerned gesture and some with the complicity they showed in their beautiful smiling faces.

(Author: Francisco R. Delgado)




















jueves, 16 de enero de 2020








EMMA WATTLES, LA VAMPIRA






Eran las diez y cuarto de un martes por la noche. La mayoría de las personas se hallaban en su casa descansando tras una ardua jornada laboral.

Emma Wattles, la vampira, caminaba tranquilamente por las calles semidesiertas y silenciosas de Londres. A primeros de febrero hacía bastante frío, además de una considerable humedad. En aquel preciso momento un ligero y gélido viento se había levantado, azotando sin piedad a los escasos viandantes que se dirigían corriendo a sus casas.

Emma iba ajena a todo lo que no fueran sus inquietantes y lúgubres pensamientos. En su incierto y errabundo caminar pasó casualmente por delante de un pequeño establecimiento situado en una planta baja, que extrañamente todavía se hallaba con la luz encendida.

La no-muerta levantó un momento la vista y leyó el discreto cartel publicitario que había sobre la puerta, en el que aparecía rotulado con gruesos trazos negros:


MADAME AURORE DUPONT

Vidente, tarotista, magia blanca


Wattles, dudó unos instantes; pero luego, curiosa como siempre había sido, paró en seco su lento y cansino avance y tocó el timbre que se hallaba a la derecha y a media altura, de la puerta de entrada del extraño local.

Apenas un minuto más tarde, abrió la puerta una mujer menuda y de mediana edad. Mediría poco más de un metro y medio, y su figura era más bien obesa. Lucía su cabello muy negro y ligeramente rizado, cortado en una media melena. Su edad rondaría los cincuenta años.

La dueña del exótico negocio miró fijamente a Emma con sus grandes ojos verdes y le preguntó:

-¿Tiene usted cita?

-No señora, yo pasaba casualmente por aquí y...

-Bien, no pasa nada. Acaba de marcharse la última visita que esperaba para hoy. Si desea hacerme una consulta, puede pasar.

-Gracias, es usted muy amable.

-No hay de qué. Es mi vocación y mi trabajo. Espero poder serle de utilidad.

-Seguro que sí -le respondió la vampira con una leve sonrisa.

A continuación, la vidente le franqueó el paso y Emma pasó al interior del establecimiento.

Al fondo de la sala, que era de mediana dimensiones, había una especie de despacho con una amplia mesa sobre la que se encontraba una pequeña lámpara encendida, una transparente y brillante bola de cristal, y varios mazos de cartas de tarot de distinto tipo sobre un tapete rojo.

-Prefiere que le eche las cartas, que le lea las líneas de la mano, o que mire su futuro en la bola de cristal.

-No sé..., bueno, écheme las cartas.

-De acuerdo. Por favor, siéntese.

La menuda mujer barajó con rapidez los naipes de un tarot de Marsella y luego colocó sobre el tapete el grueso mazo de setenta y ocho cartas boca abajo.

-Por favor, señorita, sepárelo en dos montones y elija uno de ellos.

Emma hizo lo que la veterana tarotista le decía y luego la mujer fue colocando once cartas de forma horizontal sobre la mesa. Poco después les dio la vuelta despacio. Se asombró mucho de lo que vio.

La primera carta, que representaba a la consultante, era la carta del diablo. Por lo tanto indicaba que la consultante era la portadora de la muerte, la enfermedad y la miseria. El diablo era con el que se pactaba el éxito material. El que llenaba de egoísmo el corazón humano. El que nos hace esclavo de los instintos.

Posteriormente, en la carta que estaba situada justo en el centro, aparecía la muerte, luego la del loco, y las cartas que quedaban eran las peores entre las de espadas y bastos. Era una tirada nefasta.

La vidente dudó unos instantes. Luego se negó en su interior a interpretarlas ante la joven y bella mujer que la contemplaba con suma atención.

-He barajado mal. Esta tirada no sirve.

La vidente volvió a barajar las cartas una y otra vez hasta que estuvo segura de que ya estaban bien mezcladas. A continuación volvieron a repetir la operación, y la no-muerta dividió el grueso mazo en dos mitades casi idénticas.

Aurore Dupont volvió a colocar once cartas horizontalmente sobre el tapete rojo, y después, lentamente, les fue dando la vuelta. El resultado fue casi el mismo que el anterior. Tan sólo había un par de cartas al final que variaban. Lo demás era todo igual y estaba situado en el mismo orden.

Madame Dupont no sabía cómo interpretar aquel suceso. Nunca, en los más de veinte años que llevaba ejerciendo aquel extraño oficio le había ocurrido algo así. Ni tan siquiera parecido.

Pero las cartas eran testarudas y no podían mentir. Le aseguraban que estaba ante el diablo o un engendro del diablo. Ante una especie de diablesa. Aquella esbelta joven traía consigo, daba igual al lugar que fuera, la muerte. Un escalofrío le recorrió de improviso por todo el cuerpo, haciéndola temblar ligeramente.

-¿Y bien? -le preguntó Emma comenzando a impacientarse.

La asustada tarotista no sabía qué contestarle.

-Humm... no sé. Debo estar perdiendo facultades.

-¿Y eso por qué? -le preguntó intrigada.

-Bueno, no sé cómo explicarlo. En primer lugar aparece el arcano del diablo, y... -Aurore se interrumpió y miró fijamente a la bella joven que estaba frente a ella.

La vampira esbozó entonces una burlona y maligna sonrisa, y después se alzó lentamente de su silla. A continuación, y sin dejar de mirar fijamente a los asustados ojos de la vidente le dijo simplemente.

-Ven.

-La mujer de mediana edad, que se había quedado totalmente atrapada en la hipnótica mirada de su lúgubre visitante, se levantó despacio de su butaca, rodeó la pequeña mesa y se colocó frente a ella, como si fuera un ratón fatalmente fascinado por los ojos de una peligrosa serpiente.

Emma Wattles, sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, amplió su siniestra y maléfica sonrisa y se inclinó un poco hacia ella.

Un segundo después, sus largos y afilados colmillos se clavaron en el blanco cuello de su infortunada víctima. La vampira succionó con creciente deleite la sangre caliente que manaba de la profunda herida que le había hecho en la yugular.


(Autor: Francisco R. Delgado. Este texto es un fragmento perteneciente a mi cuarta novela titulada "LA MUERTE ACECHA ENTRE LAS SOMBRAS").