viernes, 11 de marzo de 2022

 




EL CASTILLO DE LOS HORRORES


El taxista me dejó en la puerta del impresionante castillo. Su exterior se veía sucio y descuidado. Me pareció bastante sombrío y deprimente. Además de algo que se podía captar en aquel paraje desolado e inhospitalario, como si fueran una especie de vibraciones malignas. No sé, quizás es que había leído demasiadas novelas de terror, pero esa era la sensación que yo tenía.

La tarde había caído ya. Densos nubarrones de color grisáceo aparecían en el horizonte, amenazando lluvia. Aquel castillo y aquellas tierras desoladas eran la prueba viva, y ya caduca, de otros tiempos que fueron de esplendor y poderío. De nobleza altanera y orgullosa, que posteriormente devinieron en fortunas y familias venidas a menos, que estaban casi arruinadas, como si fueran una caricatura, extravagante, esperpéntica y siniestra de lo que fueron en el pasado.

Pagué al taxista y me dirigí hacia la gran puerta de entrada del castillo. Casi me extrañó que no estuviera rodeado por un foso plagado de cocodrilos. Llamé a la puerta con una puerta una aldaba en forma de mano cerrada, sobre cuyo dorso había grabado el escudo de armas de los señores del castillo.

La pesada mano de hierro estaba fría y algo herrumbrosa. Por un momento pensé que la mano iba a cobrar vida. Que se iba a girar, y que después iba a atenazar mi mano entre sus dedos de hierro. Imaginaciones mías. Tal vez soy demasiado impresionable; o quizás era que aquel ambiente sombrío era el que se prestaba a tales elucubraciones mentales.

Llamé dos veces, y esperé cinco minutos. Como nadie aparecía, volví a llamar repetidamente y esperé de nuevo.

Al cabo de un rato la puerta se abrió con un fuerte crujido, como de madera podrida y goznes oxidados. Una alta y oscura figura apareció tras la puerta. Di un paso hacia atrás de forma instintiva. 

La alta figura iba enfundada en un viejo chaqué negro, que hacía parecer su cuerpo aún más largo y huesudo, más fúnebre. Era el mayordomo. Inmediatamente me recordó a un vampiro como los que salen en las películas de terror. En ese momento no me hubiese extrañado lo más mínimo que tras sus labios finos y casi incoloros, se ocultaran dos largos colmillos prestos para dar la dentellada definitiva.

Me miró un instante con sus ojillos penetrantes y maléficos, y luego me preguntó con una voz seca y cavernosa, como procedente de ultratumba. Como si su voz saliera de una profunda gruta:

-¿Qué desea? ¿Viene a vender algo?

-No. Yo soy David Morgan, el heredero de este castillo.

Al escuchar mis palabras el mayordomo suavizó un poco sus expresión, lo que casi me pareció aún peor. Pienso que debía de ser la misma expresión que ponen las arañas cuando una mosca o una mariposa caen atrapadas en su telaraña. Como si se estuviera relamiendo de gusto interiormente y por anticipado.

-Le estábamos esperando. Por favor, pase señor.

-¿Me estaban esperando? ¿Quiénes? -pregunté pensando que me estarían esperando el conde Drácula, el monstruo de Frankenstein, el hombre lobo, la momia, y algún que otro monstruo más.

-Miss Andress, el ama de llaves; miss Sinclair, la cocinera; y yo su mayordomo, para lo que guste mandar. Me llamo Andrew Cromwell -me contestó franqueándome la puerta.

-¿Cromwell? ¡Qué raro! Me parece que Oliver Cromwell nunca se llevó demasiado bien con la nobleza.

-Eran otros tiempos, señor. Llevo en este castillo casi cuarenta años. Casi toda mi vida. Entré a trabajar como mozo de cuadras cuando tan sólo tenía catorce años.

-Muy bien, Cromwell. No dudo de su lealtad hacia esta casa y sus moradores.

Como ustedes recordarán, Oliver, Cromwell, fue un revolucionario inglés que combatió valientemente en la guerra civil inglesa de mediados del siglo XVII. Fue su principal caudillo, y la guerra terminó con la decapitación de Carlos I. Cuando llegó al poder, disolvió el Parlamento. Posteriormente tomó el título de Lord Protector y gobernó el país dictatorialmente hasta su muerte, que ocurrió cinco años más tarde. A los cincuenta y nueve años de edad.

(Autor: Francisco R. Delgado. Fragmento. Este relato al completo tiene una extensión de setenta páginas. Está incluido en mi libro titulado "RELATOS DE FANTASÍA Y TERROR". Está disponible en Amazon)